Antigüedades, diseños ex profeso... La selección de piezas que Lorenzo Castillo ha proyectado en esta casa madrileña actúa como contrapunto perfecto para la funcional y depurada arquitectura del estudio A-cero.
La vivienda, de cubiertas planas, está formada por rotundos volúmenes rectangulares revestidos con piedra. Su disposición forma diferentes porches y salientes que personalizan por completo la construcción.
Recibidor: un espacio muy cool
Las paredes se han revestido con espejos ahumados que, combinados con las lunas negras biseladas que forran el hueco del ascensor, crean un barroco juego de luces y sombras. Como único mobiliario se colocó un cabinet flamenco de ébano del s. XVII. En el suelo, de piedra caliza, jarrones de cerámica plateada, de Jansen para la duquesa de Windsor, que datan de 1950.
Ambientes claramente delimitados
Biombos de piel de cabra tachonada colocados en las esquinas enmarcan la zona de tertulia. Los acompañan unas mesas auxiliares de latón con tapas de mármol de Carrara, sobre las que descansan lámparas de latón oro y cromo, con pantalla de seda plateada de Gancedo. En la pared, un dibujo de Manolo Valdés escoltado por dos esculturas de vidrio de Javier Velasco.
Un salón en simetría
Gracias a la disposición del mobiliario, con piezas idénticas enfrentadas: dos parejas de butacas, un par de sofás extralargos tapizados con terciopelo de seda de Rubelli, en Gastón y Daniela, y cuatro mesas de centro en bronce pavonado y latón. Los cojines son de Gancedo y el cuadro, con marco dorado Carlos IV, de Javier Velasco.
Zona de tránsito
Este área de estar del salón marca el paso hacia el comedor. El puf-mesa, de aire étnico, luce piel de cebra y ante en tono chocolate. Frente a él, un moderno sofá vestido con terciopelo de Gastón y Daniela. Las butacas son dos piezas de estilo gustaviano, con remates de cabeza de águila, pintadas y tapizadas con un terciopelo veneciano de seda en dorado.
El acierto de las parejas
El comedor se ha amueblado con dos grupos idénticos de mobiliario, cada uno con una mesa de acero cromado en una pieza y sillas en cuero blanco y terciopelo de Scalamande. La alfombra de lana y seda, de Urtama. Dos son también las librerías de roble teñido en negro. Las esculturas de mármol blanco, Nacimiento, son de Octavio O’Shanahan y el cuadro, de Íñigo Güell.
Una cocina muy funcional
Se ha equipado con un mobiliario de acero satinado y laca de Bulthaup, que alterna el blanco en la zona de trabajo y office, y el negro en la de almacenaje. Los electrodomésticos, en acero, son de Gaggenau. Junto al paso al comedor, una obra de la galería Travesía Cuatro. El suelo es de mármol de Carrara.
Todo luminosidad en la cocina y office
Los screens que visten las ventanas permiten tamizar la gran cantidad de luz natural que entra sin restar visibilidad. Al fondo, junto al conducto que envía la ropa a la zona de lavado, en el sótano, un panel de acero sirve de soporte a una colección de imanes.
Dormitorio entelado
Con tejido Alcántara gris antracita de Gancedo, que cubre paredes, ropa de cama y muebles. Sobre la mesilla, una lámpara, en cristal ahumado y acero, de Willy Rizzo. Para dar color, se colocó una alfombra de lana merina de Gastón y Daniela en tono sangre de toro.
Rincón de trabajo en el dormitorio
La habitación cuenta con una pequeña zona de despacho con librerías de palosanto brasileño y un escritorio de 1960 de Pierre Lottier, en laca negra y oro con chinerías. Encima, escultura de acero y laca roja. La silla es una pieza retro italiana de metacrilato.
Baño en piedra
Es un espacio con una distribución gemela: a ambos lados de la bañera, de Gunni & Trentino, se hallan la ducha y, enfrente, una cabina que encierra el lavabo y el inodoro. La silla es el modelo Panton, de Vitra.
Plano de la casa
La planta baja, con zonas a doble altura, integra el salón, el comedor, la cocina y algunos dormitorios con sus baños, todo con salida a diferentes porches y terrazas. El piso superior lo ocupa una enorme suite con un gran dormitorio principal con baño, vestidor, sala de estar y estudio.
Pocos lugares hay para vivir cerca de Madrid como la urbanización La Finca. Aquí, rodeada de inmensas zonas verdes, se halla la vivienda del empresario Enrique Sarasola, creador de la exitosa cadena de hoteles Room Mate. El arquitecto Joaquín Torres, al frente del estudio A-cero, fue el responsable del proyecto, dos grandes cubos superpuestos que abren la construcción hacia el fantástico entorno y conforman una distribución funcional y eficaz, en la que las estancias se suceden de forma fluida.
Contribuye rotundamente al éxito el exquisito interiorismo, obra de Lorenzo Castillo: «El mayor reto fue, partiendo de una arquitectura tan marcada, con revestimientos de piedra, enormes superficies diáfanas y dobles alturas, conseguir estancias cómodas y acogedoras con evocación de hogar. Lo conseguimos recurriendo al mobiliario para compartimentar los espacios». Así, altos biombos, librerías, sofás o butacas ayudan a delimitar las distintas zonas, pero visualmente no cortan la perspectiva sobre el resto del espacio. Asimismo, los suelos se han cubierto con grandes y gruesas alfombras de lana que no sólo encuadran los ambientes, sino que aportan una cálida sensación.
Se han ideado, además, con motivos geométricos que logran aumentar la sensación de espacio. La disposición de las piezas –todas proceden del estudio de Lorenzo Castillo o son diseños suyos fabricados en exclusiva para esta casa– ha sido también clave: se han utilizado siempre a escala gigante y de modo simétrico para dar sensación de orden en superficies tan grandes y desiguales. El resultado: un maridaje perfecto entre arquitectura e interiorismo.