En las montañas francesas, con el Mont Blanc como horizonte, se encuentra esta cabaña rehabilitada íntegramente en madera. No es una mera casa de vacaciones, es una construcción en idílico equilibrio con el entorno y dotada de un singular interiorismo.
El paisaje nevado se puede contemplar desde la terraza en una de las butacas de mimbre del estilo de las que en los años 70 se hicieron famosas en la película Emmanuelle. La casa está llena de referencias al mundo del cine, la otra gran pasión del interiorista.
DISEÑO ECO Y TRADICIONAL
El aspecto externo de la casa rehabilitada es el mismo que el de la granja original, del siglo XIX, exceptuando los huecos para las ventanas y la rampa de acceso, hecha de bambú. También se instalaron placas solares.
ESPÍRITU BOHEMIO
Una gran superficie acristalada recorre la casa en todo su perímetro para ofrecer las imponentes vistas del Mont Blanc. En este espacio diáfano, la decoración mezcla el look étnico con muchas piezas vintage y otras recicladas. Las butacas blancas cubiertas con piel de oveja son suecas, de los años 30. Delante, una mesa de café de los 70. Las lámparas de techo, tipo farolillos chinos, están hechas con cajas de madera.
COMO UN INMENSO LOFT
En una misma planta abierta, las estancias se diferencian con un simple y eficaz juego de niveles y diferentes tipos de revestimiento. Las zonas de estar, con las cristaleras al fondo, se han situado sobre una tarima de madera elevada unos centímetros respecto al comedor, ubicado junto al área que forma la cocina, pavimentada en cemento.
EN TORNO AL FUEGO
La gran chimenea volvió a su emplazamiento de origen una vez rediseñada por el interiorista. Previamente, se construyó una estructura de acero y se forró con tablas de madera. Se puede usar por ambas caras; el otro hogar da a la terraza.
LOS TEXTILES, PROTAGONISTAS
Arropan la casa, desde los suelos a las ventanas, las camas, los asientos... Alfombras de tejido estampado tipo kílim, coloristas cojines y almohadones, o pieles de animal cubriendo sofás y butacas. Todo está encaminado a crear una grata sensación de calidez y comodidad.
CIEN POR CIEN FRESCO
Al calor de la chimenea con doble hogar, que asoma su otra cara al salón, se ha dispuesto un comedor al aire libre. Todo es tan natural como el entorno que lo rodea: la mesa de madera birmana antigua, las sillas cubiertas de pieles de oveja, la alfombra de lana iraní o las lámparas hechas con cestos marroquíes.
RINCONES CON CHISPA
Un canto al mestizaje de estilos, épocas y tendencias: cada ambiente está equipado con muebles y objetos muy escogidos que crean un todo lleno de vitalidad. En primer término, una zona de estar con un sofá de cuero años 50 y cojines tipo kílim. Sobre una alfombra de piel, taburete artesanal africano. La lámpara de bombillas reproduce la iluminación de un espejo de camerino. Al fondo se encuentra el comedor.
DE ORIENTE Y OCCIDENTE
La sala de lectura y televisión ocupa un pequeño cubículo delimitado por un panel de listones de madera recuperada, una original celosía que proporciona independencia y privacidad sin cerrar los espacios.
RINCÓN DE LECTURA
Aquí conviven en armonía piezas de las más remotas procedencias geográficas: pufs y alfombras marroquíes, lámparas orientales, muebles europeos de estilo retro... y algunos objetos realizados a partir de otros antiguos e insospechados, como los brazos del sofá azul turquesa con asiento de lana blanca. Se trata de dos viejos petates militares. En la pared, dos cuadros de Sofía Whettnall.
UN MODELO ARTESANAL
Las cajoneras y la propia cocina se cubrieron con planchas de madera usadas. Después se forraron con mosaico de Bisazza. Los interruptores son modelos de cerámica de los años 50. La campana extractora, patinada en negro, está suspendida del techo; la gran longitud del tubo obligó a anclarla a las vigas con barras en cada extremo.
UNA ISLA TRÈS CHIC
En la cocina, la isla central pone un contrapunto brillante a la sobriedad de la madera y rompe el aire rústico con una nota cool que eleva la decoración y proporciona protagonismo absoluto a esta zona. Ha sido revestida con mosaico de vidrio de motivo floral. Es el modelo Hanami Oro de la colección Vetricolor, de Carlo dal Bianco para Bisazza.
UN ESPACIO POLIVALENTE
La isla, cuyo revestimiento panela también la hilera de muebles junto a la ventana, está equipada con un taburete que le permite actuar además como barra de desayuno.
EL MÁS PURO ESTILO RETRO
Los armarios de la cocina son muebles de los años 50 con sus características puertas correderas y tiradores de media luna. Se colocaron ordenadamente, apilados y en ángulo recto en el espacio reservado a esta estancia.
CÁLIDOS COMPLEMENTOS EN EL DORMITORIO
El dormitorio principal, situado en la planta baja, cuenta con el calor de los tejidos y de la madera como único aditamento. En la cama, colcha de pieles de cabra y cojines japoneses de angora y seda. La pared contigua se ha cubierto con tapices comprados en el mercado de las Pulgas, en París, que reproducen motivos orientales, En el techo, una lámpara realizada con cañas de bambú.
UN HAMMAN EN LOS ALPES
Los lavabos están hechos con bloques de piedra sin pulir. El estilo rústico aderezado con complementos de estilo oriental –como la lámpara adquirida en Estambul o la alfombra–, junto al azul de las paredes, evoca el ambiente de los baños turcos.
¡QUÉ RELAX!
La pila de la bañera es una sola piedra extraída de la montaña, cortada en dos y vaciada. El suelo está cubierto de un tipo de cemento coloreado.
PAREDES AISLADAS
Con un revestimiento obtenido de la mezcla de cal y cáñamo por un procedimiento tradicional. El radiador-toallero es el modelo Radson, diseñado por Jadot.
Con tejado a dos aguas, chimeneas humeantes y en medio de un paisaje nevado, esta vivienda evoca un relato de Navidad con final feliz. Situada en los Alpes franceses, cerca de Megéve, localidad convertida en un importante centro turístico de esquí, la casa es mucho más que la imagen icónica de un cuento. Es un importante proyecto arquitectónico de rehabilitación en el que han primado los criterios de sostenibilidad y ecología. El decorador belga Lionel Jadot fue el encargado de transformar esta antigua granja bajo un “pliego de condiciones” de sus propietarios que obligaba a respetar su pasado.
Hicieron falta dos años para renovar y acondicionar la estructura ruinosa, de 1870, y reinventar el edificio: un nuevo tejado, instalación de suelos y paredes de alerce –la madera utilizada en origen, como en las casas de la zona–, la distribución de los espacios más acorde a las necesidades de los dueños... «Lo importante para mí es que no pareciera una rehabilitación convencional, por eso reutilicé las tablas y pilares con sus grietas y fisuras», explica Jadot. El chalé tiene dos niveles. En el inferior se encuentran los dormitorios y el superior es una inmensa planta diáfana, con techo de 12 m de altura, abierta a la montaña por grandes ventanales que continúan en una terraza. En cuanto a la decoración, los muebles y piezas de distintas culturas y épocas recuerdan los viajes por África, Asia, Europa... Éstos se han trufado con hallazgos en anticuarios y tiendas vintage. También los objetos procedentes del mundo del cine están muy presentes en claro homenaje a la otra gran vocación de Jadot, realizador cinematográfico. El resultado final es un ambiente muy cálido y alegre, a medio camino entre la bucólica casa de montaña y un sofisticado loft neoyorquino, que intenta conciliar tecnología y ecología. Y, lo mejor, en un enclave “de película”. IDEAS DEL INTERIORISTA Materiales reutilizados. Tanto en los revestimientos como en la construcción de los muebles se ha usado material ya existente, del que se han conservado sus imperfecciones y la huella del paso del tiempo. El objetivo era evitar que la restauración ofreciera un aspecto demasiado nuevo. Abrir paso a la luz. Los grandes vanos abiertos en las paredes facilitan una ventilación natural y la integración del paisaje en el interior por los cuatro costados de la casa. La terraza es una prolongación de la vivienda al exterior que permite comer al aire libre y al calor de la chimenea.